lunes, 5 de mayo de 2025

✨ El alma de un pueblo: la iglesia San José y el legado de Doña Catalina


En el corazón de Tres Algarrobos se levanta un templo que es más que un edificio religioso: es una ofrenda viva, una promesa de fe convertida en arquitectura. La iglesia San José, cuyo nacimiento fue posible gracias al generoso impulso de Doña Catalina Naón de Balbiani, no sólo representa la espiritualidad del pueblo, sino también su historia, su identidad, y su profunda gratitud hacia una mujer que lo dio todo por su comunidad.

Una promesa cumplida: la iglesia San José

El 25 de enero de 1931 quedó grabado en la memoria de los tresalgarrobenses. Ese día, bajo el sol estival, se colocó la piedra fundamental de la iglesia San José. La ceremonia, encabezada por el Padre Manuel González, reunió autoridades municipales, eclesiásticas, vecinos y representantes de instituciones. Un pergamino fue sellado en los cimientos con sus firmas: un documento que simboliza la unión de la fe y la acción comunitaria.

El proyecto fue dirigido por el destacado ingeniero Alejandro Virasoro, y se convirtió rápidamente en una de las obras más imponentes del noroeste bonaerense. El templo posee un atrio amplio, una nave principal de estilo colonial, altares laterales, retablos ornamentados y vitrales que dan cuenta de la estética y la devoción que lo habitan. En el altar mayor descansa la imagen de San José con el Niño, cobijada por un baldaquino de bronce y, desde 1967, sobre un altar de mármol gris donado por la familia Bianco.

Una comunidad construida en la fe

Los altares secundarios alojan a Santa Catalina, San Luis Gonzaga, Nuestra Señora del Carmen, el Sagrado Corazón, Santa Lucía, entre otras advocaciones que acompañan las oraciones cotidianas de los fieles. El 25 de septiembre de 1948 fue inaugurado el altar de la Virgen de Luján, obra del escultor José Taccetti, que sigue siendo lugar de peregrinación silenciosa para generaciones de devotos.

La iglesia no sólo sirvió como espacio de culto, sino también como centro de la vida comunitaria: celebraciones patrias, actos escolares, bodas, misas dominicales y festividades religiosas que marcaron el pulso del pueblo desde entonces.

Catalina: la mujer detrás del milagro

Pero la iglesia no se explica sin su alma mater: Doña Catalina Naón de Balbiani. Esposa de José Balbiani, grandes estancieros de la zona, Catalina entendió que con privilegios también venía la responsabilidad social. En homenaje a su esposo, y como expresión de su devoción cristiana, impulsó la construcción del templo y de dos colegios: San José y Santa Catalina.

Ambas instituciones recibieron a más de 60 niños internos, muchos de ellos huérfanos del terremoto de San Juan. Su propósito era claro: ofrecer educación, alimento y abrigo a quienes más lo necesitaban. Los niños de entonces, hoy adultos mayores, recuerdan a Catalina como una figura maternal, exigente pero generosa, siempre presente en las actividades escolares, acompañando con su palabra y su ejemplo.

Una placa colocada en 1934 resume el espíritu de su obra:

"En memoria de su esposo Don José Balbiani: Doña Catalina Naón de Balbiani edificó este edificio dedicado al Patriarca San José. Los colegios anexos. Los Padres de la Pequeña Obra de la Divina Providencia recuerdan estas magníficas obras culturales y de caridad."

Una visita celestial: Don Orione en Tres Algarrobos

En 1934, llegó al pueblo el padre Luigi Orione, fundador de la congregación. Fue recibido con honores: la banda del pueblo tocó marchas, los niños alineados saludaban, y el templo estaba colmado de fieles. Don Orione bendijo las instalaciones y dio un discurso que muchos aún recuerdan:

"Hermosa por ser casa del Señor, hermosa por sus líneas arquitectónicas… como son hermosas todas las obras inspiradas por DIOS."

Hoy, en el atrio de la iglesia, dos retratos miran en silencio: el de San Pedro y frente a él, el de Doña Catalina. Su imagen permanece como vigía eterna del pueblo que ayudó a formar.

La historia de Tres Algarrobos no puede contarse sin la figura de esta mujer formidable, que entendió que la fe no se predica: se construye. Y esa construcción, piedra por piedra, aún late en el corazón del pueblo.


¿Quién dice que los milagros no se edifican con ladrillos?







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